Pasiones y amores americanos

Los españoles en América muy pronto se relacionaron con los nativos americanos. Surgió pronto la atracción sexual y ello no solo dio lugar a la creación de familias mixtas, sino a parejas, generalmente de hombre europeo y mujer americana, que vivieron intensamente su amor y casi siempre con un final dramático. Hacemos una relación de las mas conocidas y una breve historia de cada una.

Alonso de Ojeda (1468-1515)

Casado en 1499 con una nativa de la península de Coquivacoa (La Guajira), en la actual Venezuela. Se llamaba Palaaira Jinnuu y le puso el nombre de Isabel. La conoció en agosto de ese mismo año, se la llevó con él y con ella tuvo 3 hijos. Isabel fue hallada muerta sobre la tumba de Ojeda pocos dí­as después de la muerte de éste.

Doña Isabel, la India Guaricha de Coquivacoa es una de aquellas de cuya belleza hablan admirativamente los primitivos cronistas, y a quien abre su corazón, desde el primer instante el descubridor Alonso de Ojeda. Le cautivó con su belleza y a ella se aficionó llevándola a España y de vuelta a Tierra Firme en su segundo viaje, para facilitar con su medio la comunicación con los indios. Isabel es la primera nativa americana, de quien pueden darse detalles, ya que fue ella la que el mismo día del descubrimiento cautivó el corazón  del famoso descubridor, del «Caballero de la Virgen» y le fue fiel hasta la muerte. Era Isabel según los datos dispersos que de ella han quedado, una india bella, alta, de porte distinguido, esbelta, de color trigueño claro, para quien  no hubo más Dios sobre la tierra que Alonso de Ojeda. Donde quiera que el gran conquistador estuvo, allí estuvo  ella: sumisa y amorosa, echada a sus pies, la maravillosa india, plena de belleza y plena de amor hacia él, le endulzaba la agitada vida aventurera, compartía con él las vicisitudes de la guerra y le servía de intérprete en las diversas tribus a las que Ojeda trataba de sojuzgar. En España la admiraron por su físico y por sus cualidades de tener una devoción hacia Ojeda, de quien nunca se separaba.

Allá en la Corte él la cubría de sedas costosas y la hizo trocar su desnudez por el traje de las mujeres europeas. Usaba la célebre mantilla con mucho donaire, que daba gran realce a su belleza, y de mantilla la vieron todavía en Santo Domingo cuando allí vivió con Ojeda. Este, pródigo siempre, gastó en la persona de Isabel las mejores telas y muy preciadas joyas. La amaba verdaderamente, y así cuando ella cumple alguna de sus comisiones en la región del Lago y él tiene que quedarse en Santa Cruz y envía para otra misión al piloto Juan López en la carabela Magdalena, le pide además que navegue costa a costa el Cabo de La Vela «donde permaneceréis siete u ocho días por amor a Isabel» (para encontrarla y llevarla). Y ella en todo momento corresponde ampliamente. Salvándole la vida en más de una ocasión.

Ella fue la que le pidió oportunamente socorro cuando Ojeda se ahogaba al cometer la temeridad de fugarse de la carabela en que se hallaba preso en Santo Domingo. Con grillos y cadenas, en el colmo de la audacia, se lanzó al agua durante la noche, confiando en su destreza en la natación, y solo Isabel le salva de irse a fondo por el peso de los hierros que le tenían prisionero. El héroe se hallaba hambriento, sediento, moribundo y abandonado en los manglares traicioneros y es ella la que tras continúa búsqueda y esfuerzos heroicos, lo rescata de su muerte segura, cuando era el  único sobreviviente del desastre del Golfo de Urabá donde hoy se levanta Cartagena. Fue el inmenso amor de Isabel el que le revivía a fuerza de caricias y lo volvía a la vida. Como si fuera su propia sombra, Isabel seguía a Ojeda a España, Santo Domingo, a Urabá, a la fundación de San Sebastián, donde quiera que él puso su planta de valiente conquistador.

Sus tres hijos fueron los primeros mestizos documentados en Venezuela. Ella fue la primera venezolana en las cortes europeas, debido a que al poco tiempo de casarse, Ojeda la llevó a España para establecer allí su familia.

Ya en  Santo Domingo, escribía sus memorias el descubridor de Coquivacoa, a la luz de un candil, en humilde choza, careciendo de toda clase de recursos, memorias que desgraciadamente desaparecieron. Y mientras escribía, Isabel y sus tres hijos, acurrucados a sus pies, lo contemplaban como un Ser Superior.

La noble india Isabel hermosa heroína de Coquivacoa presiente que se acerca el ocaso de su amo y compañero por quien todo lo ha dado, y es ella misma que con su mirada triste y perdida en la lontananza mira el relámpago del Catatumbo y pide a Dios le conserve fuerzas para acompañarle a su lado hasta el momento de su muerte.

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Isabel de Alonso de Ojeda, «la india Guaricha» en la plaza Alonso de Ojeda de Maracaibo

Ojeda sintiendo el cansancio de la vida y en busca de relaciones acordes con su personalidad, frecuentó allí el convento de San Francisco, entre cuyos frailes había algunos que habían sido sus antiguos compañeros de armas y de descubrimiento. Si no se hizo religioso franciscano, fue por amor  a su esposa a la que no quería abandonar, y por aquel orgullo indómito que durante toda su vida fue distintivo en la lucha por la gloria. Pero tratando  de dominar su orgullo, pidió a los padres que cuando muriera le enterraran en la iglesia del Convento y le pusieran una sencilla lápida que dijera «Aquí  yace Alonso de Ojeda el desgraciado«. Pero todavía dominó más su orgullo, y cuando a la noticia de su muerte, acudieron los religiosos a su choza miserable, encontraron una carta en la que  pedía que no le pusieran ninguna lápida y que se le enterrara a la entrada del templo, para que todo el que entrara o saliera lo pisara. Así abatió él mismo su orgullo indomable. Sus hijos se perdieron para la historia y nada quedó del descubridor del Lago, de aquel «Caballero de la Virgen» que un día fuera honor de conquistadores y orgullo indómito de la época del descubrimiento.

A Isabel, siempre fiel, se la encontró un día al amanecer echada sobre la tumba. ¡Al querer levantarla los franciscanos, vieron que estaba muerta!

Vasco Núñez de Balboa (1475-1519)

Emparejó  con Anayansi, que en su lengua significa «La llave de la felicidad«,anayansi-nuc3b1ez una hija muy joven e inteligente del cacique de Caretas, que se la ofreció a Balboa como gesto de compromiso, lealtad y muestra del pacto de amistad por la ayuda que le prestó, al vencer a su enemigo Ponca. Le encomendó que le diera buen trato. La relación le reportó un especial, muy personal e íntimo beneficio. .. aparte de la profunda y sincera amistad que cosechó con el cacique Careta. Balboa emocionado recibió de verdad y de todo corazón a Anayansi. Careta, su padre, se quedó sin palabras … porque dudaba si Balboa iba a aceptar a su hija. Era costumbre, entre los indígenas en casos excepcionales, ofrecer el cacique una hija o alguna otra joven de la comunidad a huéspedes distinguidos, que hubieran favorecido a la comarca o comunidad de alguna manera. Él y los españoles reconocieron que Balboa estaba verdaderamente enamorado de Anayansi. Y la trataba como esposa y ambos se guardaban fidelidad absoluta. Indígenas y españoles les tenían respeto y admiración. Un tal Garavito (español) intentó sobrepasarse con Anayansi y ésta le rechazó con decisión. Era llamada Princesadescarga porque su padre, Careta, era el Rey en su comarca. Balboa, trataba a Anayansi como esposa, y a su pueblo con aprecio y respeto; aprendió su lengua y Anayansi el castellano siendo de gran ayuda para la comunicación. En una ocasión unos caciques conspiraron para matar a Balboa. Un hermano de Anayansi se lo comunicó y ésta le advirtió a Balboa de los planes de los caciques. Balboa actuó muy rápido atacándoles sin dejarles prepararse para la batalla. Balboa y Anayansi formaban una pareja tan unida que ésta tenía amistad con los amigos españoles de Balboa. Careta, el padre, se bautizó con el nombre de Fernando en honor al Rey de España. Las crónicas han narrado con espontaneidad y naturalidad la vida del expedicionario y conquistador Vasco Núñez de Balboa, dejándonos un ejemplo de amor entre los dos mundos.

Hernán Cortés (1485-1547)

Malinche, nacida con el nombre de Malinali Tenepal malinche_cmnsgera hija del cacique feudatario del Imperio mexica Teoteotingo y de su esposa Cimat. Su lengua era el náhuatl. El tratamiento reverencial que recibía convertía su nombre en Malintzin (de donde, en la deformación castellana, resultó Malinche).

Habiendo fallecido su padre, su madre Cimat volvió a contraer matrimonio con el joven Maqueytán, de cuyo matrimonio tuvieron un nuevo hijo al que declararon heredero del territorio, para lo cual tenían que hacer desaparecer a la niña anterior Malinali Tenepal, que fue entregada a unos mercaderes de Xicalango, aprovechando la muerte casual de la hija de una vecina y criada del cacique, suplantándola por la de Marina.

Los mercaderes de Xicalango, la vendieron como esclava al cacique Huatley de Tabasco, donde aprendió la lengua maya propia del territorio. Luego había de formar parte del lote de las veinte mujeres que se entregarían a Hernán Cortés después de las paces con aquella ciudad.

Cuando el conquistador Hernán Cortés llegó a la zona, el 12 de marzo de 1519, recibió como presente veinte jóvenes esclavas, entre las cuales se encontraba quien, pese a que fue bautizada como Marina, pasaría a ser más conocida como Malinche.

El día que los caciques tabasqueños, finalizada la batalla, obsequiaron a Hernán Cortés con veinte mujeres entre las cuales iba, la que durante toda la campaña había de ser la “lengua”, sin darse tal vez cuenta, ofrecieron al Conquistador el gran tesoro, “una excelente mujer, que se dijo Doña Marina, después de bautizarla”, y que había de ser, corriendo los tiempos, en frase de Madariaga, “una de las figuras más importantes de la Conquista”, o “la poderosa auxiliar de la Conquista”.

Las jóvenes fueron repartidas entre los hombres de Cortés, resultando Malinche asignada a Alonso Hernández Portocarrero, quien hubo de marchar a España comisionado por aquél, en julio de 1519. Desde entonces, Malinche se convirtió en la amante de Cortés y en intérprete. En un principio contó con la colaboración en la traducción del recuperado Jerónimo de Aguilar, que le traducía del castellano y de la lengua del Yucatán, donde estuvo prisionero muchos años, pero pronto ella misma habló la lengua de los españoles.

La Malinche, o doña Marina, que sabía la lengua colhua y la maya, adquiere un alto relieve de personalidad como complemento de lo que le decía Hernán Cortés y por este medio, la comunicación inteligente con los naturales del país era casi perfecta.

La figura de La Malinche es providencial en los thYW9SFUA4planes de Hernán Cortés, o el hada misteriosa que, como sombra pegada a su silueta, estaba siempre despierta y dispuesta a solucionarle todas las difíciles papeletas que a lo largo del recorrido desde Tabasco a Tenochtitlan, fueron surgiendo en el trato directo con los indígenas del Yucatán, Cempoala, Tlaxcala y la interminable lista de poblados en la ruta a Méjico, así como con los numerosos embajadores que el preocupado e Moctezuma iba mandando para evitar la presencia del extremeño en la ciudad de los lagos. Muy importante es la embajada del pueblo Totonaque de Cempoala, cuando estos acudieron a Hernán Cortés solicitando ser sus amigos para luchar contra los impuestos de Moctezuma, y que le abría nuevos horizontes psicológicos para las futuras ayudas con las cuales habría de contar en un futuro próximo. Esta embajada cempoalteca era sumamente delicada, por ser la primera vez que planteaba Hernán Cortés el asunto religioso de destruir los ídolos. La delicadeza de la Malinche con una intervención magistral ante el cacique Gordo, convenciéndole para que en el propio teocalli, donde antes adoraban a sus dioses, se estableciera una capilla dedicada a la Virgen, la primera ermita del continente americano, dejando como ermitaño de la misma al cordobés Juan Torres.

La figura de doña Marina representaba en las embajadas aztecas todo un papel diplomático sin igual. Moctezuma manda la primera de estas embajadas a Cempoala encabezada por  Teuhtile y Pitalpitoque. Hernán Cortés hablaba a Aguilar, éste se lo comunicaba a la Malinche y ella a su vez traducía a los mejicanos el sentido de la cadena trasmisora a los asombrados embajadores de Moctezuma en un lenguaje “siempre favorable a Hernán Cortés”, e incluso introduciendo palabras que su inteligencia le sugería para dejar siempre en buen lugar al conquistador. Con doña Marina, Hernán Cortés siempre salía muy aventajado en las traducciones simultáneas.

La extraordinaria inteligencia de que estaba dotada, sus dotes personales y el gran amor que sentía por Hernán Cortés, la hacían estar siempre en permanente alerta para defender la vida de su amo y señor. Es sin duda alguna en Cholula donde la figura de la Malinche se agiganta, para avisar reiteradas veces a Hernán Cortés del peligro que corría su persona en la conjura secreta del pueblo Cholulteca. Ella por su cuenta, sonsacó con dádivas a una anciana india todo el secreto de la sedición que preparaban, y Hernán Cortés cuando decidió el asalto de los conjurados sabía bien el terreno que pisaba, resultando un rotundo éxito, lo que en principio hubiera sido, sin duda, su fracaso final y definitivo. A ella debe Hernán Cortés su propia vida en otras dos ocasiones, cuando la conjura, no sólo de los indios, sino del bando velazquista español, eran inminentes peligros cara a su integridad personal. Siempre ella, ángel providencial que se cruzó en el camino de Hernán Cortés, fue el hada misteriosa del triunfo.

Su papel fue totalmente necesario como interprete fidelísima en lo concerniente a la persona del propio Moctezuma, cuando se presentó al conquistador la difícil papeleta de la entrada en México-Tenochtitlan; en sus relaciones personales con el primer mandatario azteca; en su delicada misión de hacerle prisionero; en el caso de Guaupopoca; en la muerte de Escalante; así como en muchas otras ocasiones donde Hernán Cortés brilló a gran altura como diplomático, estratega y gobernante gracias a la labor callada de su incondicional interprete que siempre aparecía a su lado como una sombra benéfica adivinando su pensamiento, adelantándose a la jugada, previendo todas las dificultades, sólo con el único fin de que su dueño y señor pudiera ser el protagonista.

En 1523  Malinche tuvo un hijo de Cortés, Martín, el primogénito aunque ilegítimo del conquistador. Participó en la expedición que, en busca del rebelde Cristóbal de Olid hacia la región de las Hibueras (Honduras), emprendió Cortés en 1524. Al pasar por el antiguo territorio de sus padres, Coatzacoalcos, perdonó a su madre Cimat y a su hermanastro Lázaro. Por entonces, al ser repudiada por Cortés se casó con uno de sus hombres de confianza, Juan Jaramillo, natural de Zafra con quien tuvo una hija, llamada María, poco antes de fallecer.

La figura de la Malinche, es sin duda alguna una de las figuras más claramente providenciales de toda la conquista del amplio territorio azteca que Hernán Cortés se propuso conquistar. La evidencia de fuentes indígenas es aún más interesante, tantohernan cortes y la malinche en los comentarios sobre su papel, y en su importancia en los dibujos de los acontecimientos conquista. En el Lienzo de Tlaxcala (Historia de Tlaxcala), Por ejemplo, Cortés rara vez es representado sin La Malinche, pero ella a veces es retratada de forma independiente.

Realmente la figura de esta mujer, fue el mejor tesoro que le pudieron ofrecer los caciques de Tabasco. Prácticamente le abrieron las puertas de la Conquista, sin cuya ayuda hubiera sido muy difícil o poco menos que imposible la realización del magno proyecto de Cortés de ser recibido por Uei Tlatoani de los méxicas.

Posteriormente Hernan Cortés tendría una hija con Tecuichpotzin Ichcaxóchitl (Isabel Moctezuma), la hija predilecta de Moctezuma, Leonor Cortés Moctezuma.

Pedro de Halcón

En el segundo viaje de regreso de Pizarro desde las costa peruanas en mayo de 1528, uno de sus hombres Pedro Halcón (era uno de los 13 de la fama), se enamoró perdidamente de una jefe de tribu, la curaca Capullana de Santa Cruz (Susy  Cunti, soberana de un pequeño régulo formado donde ahora es Pimentel).

Habían sido recibidos espléndidamente en todos los pueblos costeros por los que pasaban y Santa Cruz no fue una excepción. La curaca de los tallanes les invitaba para que capullanas002fueran a su ciudad; Pizarro aceptó y mandó a cuatro de sus hombres.  Sucedió que, uno de esos hombres, Pedro Halcón, seguramente obsesionado por los relatos escuchados sobre la Capullana, solo pensaba en conocerla; tal vez porque se decía que era bella y por el gran poder que tenía, muy pocas veces visto en las mujeres de aquella época. Efectivamente, en algunos lugares de la costa norte del actual Perú gobernaban estas mujeres llamadas en la lengua tallan capullanas. Los escritos de los cronistas dicen que llevaban el cabello largo hasta la espalda y suelto, que se maquillaban con bermellón, que se incrustaban en los labios puntitas de oro o plata, las cuales se ponían y quitaban a su antojo, y que vestían trajes negros, hasta los pies, abiertos por los lados para poder sacar los brazos; asimismo dicen que sus rostros eran agraciados y tenían modales muy finos.

Todas estas particularidades harían que Halcón tuviera enormes deseos de conocer e impresionar a la bella curaca; por ello, según cuenta Cieza, bajó a tierra vestido a la manera de los soldados de Italia: con un tocado de oro, un jubón de terciopelo del que colgaban medallas, calzas negras y una espada ceñida a la cintura junto a su puñal. No se sabe que sensación causaría su elegante figura a la poderosa señora, pero si se conoce que Halcón quedó prendado de ella nada mas verla pues, el cronista dice que durante la comida que ofreció a los cuatro exploradores no apartaba los ojos de su rostro y que cuanto mas la miraba mas se enamoraba de ella. Obviamente la Capullana sentiría sus miradas y, como mujer que era, también le miraría e incluso coquetearía con aquel hombre, elegante, blanco y barbado, diferente a cuantos hasta entonces había conocido. Halcón se daría cuenta del sensual juego y todavía se quedaría mas prendado; sin embargo la curaca además del coqueteo, como buena política, centró su interés en conocer al jefe de los cuatro invitados; de ahí que, al terminar la comida y los correspondientes brindis, dijera que quería ir a ver a Pizarro y, como todos estuvieron de acuerdo se dirigieron al navío acompañados por el séquito de la señora.

El capitán y sus hombres les recibieron muy bien y les enseñaron su barco. Pedro Halcón les acompañaba sin apartar los ojos de la Capullana, suspirando, mas ella se limitó a ver el navío y su maquinaria; después, cuando hubo visto todo, se despidió, pero antes pidió a Pizarro que bajase a tierra para que conociera su pueblo y propuso dejar a cinco de sus principales funcionarios en calidad de rehenes. Pizarro aceptó la invitación y le dijo que iría a la mañana siguiente sin necesidad de que dejara los rehenes.

Al otro día, antes de amanecer, los exploradores se llevaron una enorme sorpresa al ver 50 balsas, cargadas de víveres y regalos que rodeaban su navío y que subían doce tallanes para quedarse como rehenes quienes, aunque Pizarro dijo que no era necesario, permanecieron con los marineros hasta que regresó por la noche. También se llevaron una grata sorpresa cuando advirtieron la gran fiesta que le tenían preparada en el pueblo, pues nada mas bajar del navío, la Capullana, sus dirigentes y el resto de nativos les hicieron una gran ramada con plantas verdes y espigas de maiz, tras lo cual les ofrecieron una comida en la que hubo abundantes  carnes, pescados, frutas y vinos; después cuando el ágape terminó, bailaron y cantaron según sus costumbres.

Durante el tiempo que duró el agasajo, Halcón no dejó de mirar embobado a la Capullana; sin embargo muy posiblemente, ella quedara impactada por aquel jefe alto, fuerte, de rostro agraciado, mirada penetrante y personalidad arrolladora. De los relatos de los cronistas se deduce que Pizarro por entonces no pensaba en mujeres.

Al partir la comitiva se levantó una gran tormenta que ocasionó algunos daños. La tormenta no afectó a Halcón ya que el joven, al ver que se apartaba de la Capullana, rogó que le dejaran en tierra y, como el capitán no accedió, le dió un ataque de locura y tuvieron que atarlo.

Halcón gozó de bienestar económico el resto de sus días, si bien no le sirvió de mucho; vivió en Panamá sin recuperar la lucidez que había perdido, al comprobar que nunca mas podría ver a su dorada Capullana, y murió loco de amores.

Francisco Pizarro (1478-1541)

Las mujeres que Atahualpa llevó a Cajamarca cuando fue hecho prisionero, eran muy hermosas, tenían los cabellos largos y caídos sobre los hombros; sus túnicas estaban adornadas con piedras preciosas y llevaban los rostros ocultos por máscaras de oro fundido». El Inca escogía a las más bellas del imperio. Su alto rango social «constituía un gran atractivo para los conquistadores, máxime al legalizar sus propiedades la corona española» con el matrimonio mestizo. El propio Francisco Pizarro «no se libró de caer rendido ante los encantos de dos de aquellas princesas, cuando ya era un hombre de edad avanzada y, aunque no se casó con ellas, las tomó por esposas en los últimos años de su vida»

Quispe Sisa (Inés Huaylas) fue hermana de Atahualpa e hija de del inca HuaynaMALINCHE 1 Cápac y Contarcucho (hija del cacique de Huaylas) una de las esposas secundarias del Inca. Criada en la corte del Inca, a la muerte de éste, regresó junto a su madre al pueblo de Tocash en Huaylas. Esposa de Francisco Pizarro y casi un personaje de leyenda. He aquí pues, su interesante historia.

Era la bella ñusta»(noble del imperio), una joven que pertenecía a la corte del inca prisionero. Cautivado por su belleza, Pizarro se enamora y la toma como esposa de acuerdo con el ritual inca. Fue bautizada a los 17 años, con el nombre de Inés de Huaylas Ñusta, en recuerdo de una hermana y una tía del conquistador. Tiene dos hijos con ella: en 1534, Francisca Pizarro Yupanqui y en 1535 Gonzalo Pizarro Yupanqui, que murió muy joven, a los 9 años. Dicen los cronistas de la época que Inés era alegre, coqueta y bulliciosa. Pizarro la llamaba mi Pizpita (que viene de pizpireta y coqueta). Inés acompañó luego a Pizarro al Cuzco y a Jauja, donde se quedó mientras él se dirigía hacia la costa en busca de un lugar ideal para fundar la capital.

Cuando Manco Inca, hermano de Inés Huaylas, se subleva en el Cuzco, ella fue acusada de proporcionar información a los indios y de haber querido huir con cofres llenos de oro y plata. A raíz de esto, surgieron desavenencias entre ella y Pizarro, lo que les llevó a una separación.

En 1538, Inés se casa nuevamente con Francisco Ampuero, uno de los que había apresado a su hermano Atahualpa. Se casaron por lo civil y lo religioso, cosa no muy usada por los españoles en esos tiempos, lo que hace pensar y decir que fue un castigo de Pizarro, quien habría sorprendido a Inés y Ampuero como amantes.

Cuando muere Pizarro en 1541, en el testamento que deja, no menciona a Inés para nada, ni como su ex-esposa, ni como madre de sus hijos a los que si reconoce. En 1551, su hija Francisca viaja a España, a petición del Rey, enviada por su padrastro Ampuero. Con éste, Inés tuvo tres hijos: Martín Alonso, Francisco e Isabel. Más tarde, Ampuero llegó a ser Alcalde Mayor de Lima y al morir dejó todos sus bienes a su esposa legítima, Doña Inés Huaylas, la bella ñusta de la que nunca se separó. Cuentan los cronistas de la época que se veía a Inés, aún simpática y garbosa, acudir a las misas de la Catedral. La gente la llamaba de diferentes maneras, tales como: Inés Yupanqui, María Quispicuri, Inés Huaylas, Ñusta o simplemente Doña Inés.

Sin embargo, su unión con Ampuero distaba de ser apacible. Así, en febrero de 1547 se vio involucrada en un caso de hechicería, donde se mencionaba haber tratado de atentar contra la salud de su esposo, mediante los servicios de dos hechiceros. No obstante, ella moriría antes que su esposo. Nunca se supo a ciencia cierta dónde ni a qué edad murió esta bella y cautivante ñusta que conquistó el corazón de dos aguerridos conquistadores.

La segunda mujer fue Cuxirimay Ocllo (Angelina Yupanqui) de 16 añoscuxirimay-Angelina-Yupanqui cuando Pizarro tenía 60. Descendiente del noveno Inca Pachacuti, «el reformador del mundo andino».  Había sido la esposa principal de Atahualapa y estuvo a su lado hasta el 23 de julio de 1533, día en que fue ejecutado. La muerte de Atahualpa sumió a Cuxirimay en una enorme tristeza y hasta intentó suicidarse para acompañarle en la vida de ultratumba, en la que creían los pueblos andinos.

Es un panorama difícil de imaginar: el mundo en el que había vivido la princesa se desmoronaba. Su única opción era integrarse en la sociedad hispana (lo que suponía bautizarse y recibir instrucción cristiana). En 1536 Francisco Pizarro comenzó a interesarse por ella, y es de suponer que verse cortejada por quien había decretado la muerte de su marido no sería fácil de asumir, por más que el gobernador se hubiera visto obligado a ordenar la ejecución y, al cumplirse, sus ojos hubieran acabado arrasados por las lágrimas, como los de ella.

Pizarro «la tomó para sí», presumiblemente en 1539, pues a finales de ese año nació su primer hijo y en 1540 el segundo. Algunas razones de Estado pueden explicar este enlace: «Reforzar su jerarquía, apenas aceptada por el pueblo vencido, al compartir su vida con una mujer de la más alta estirpe indígena y también el deseo de dejar descendencia entroncada con la rama del gran Pachacuti».

Debió ser una mujer muy bella y educada por una panaca real del Cuzco. Hija del Inca Huayna Cápac, y por tanto hermana de Atahuapa, con sólo 10 años fue elegida para que fuese la colla del inca Atahualpa, y madre de los futuros incas. Con Francisco Pizarro llegó a tener dos hijos: Juan Francisco y Francisco. Después de la muerte de Pizarro, Juan de Betanzos (cronista español que hablaba el idioma quechua) se casó con Angelina (ya de 29) en 1544, a quien seguramente utilizó como fuente principal para escribir sus crónicas.

Angelina muere a la edad de 46 en el año 1561. Vivió para ser la esposa real del Inca, y pasó a ser la mujer del conquistador del Perú.

Diego de Almagro (1475-1538)

Mantuvo relación de pareja con Ana Martínez en Panamá, una mujer cristianizada de los indios cueva, de la que nació su hijo Diego de Almagro el Mozo o el Joven en 1522.

Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas (1500-1559)

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Left: Garcilaso de la Vega; Center: Palla Chimpu Ocllo; Right: Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas

Fue Corregidor en Cuzco. Mantuvo una relación con la princesa Palla Chimpu Ocllo bautizada como Isabel  Suárez Yupanqui, quien descendía de una rama de la nobleza incaica (nieta del Inca Túpac Yupanqui y sobrina de Huayna Cápac). Su hijo el gran cronista Garcilaso de la Vega el inca (bautizado Gómez Suárez de Figueroa) nació en el Cusco el 12 de abril de 1539. Durante los primeros años de su infancia, se crio cerca de su madre y parientes maternos, quienes le enseñaron el quechua y le hicieron conocer toda la grandeza del Imperio incaico. A los 13 años, ingresó en la escuela de Mestizos de Juan Cuellar y aprendió latín y la fe cristiana. En 1557, en acatamiento a un mandato real, su padre Sebastián contrajo matrimonio con la dama española Luisa Martel de los Ríos. Isabel se vió obligada a abandonar la casona donde habitaba;  se desposó entonces con el comerciante Juan del Pedroche, llevando como dote 1.500 pesos en plata, una cantidad igual en llamas, así como vestidos. Falleció en 1571.

Hernan Mexía Miravall (1531-1596)

Militar y explorador del Tucumán en Argentina. En  1533 el cacique de una de las tribus de los juries, señor del Mancho, de la actual provincia de Santiago del Estero, le habría entregado al capitán Hernán Mejía de Miravall una hija suya bautizada con el nombre de María. Como ya se ha dicho, los pueblos nativos americanos tenían como práctica el ofrecer sus mujeres a los conquistadores en prueba de amistad o de alianzas, o bien para establecer una convivencia pacífica. En el testamento que medio siglo después hiciera María del Mancho o María de Mejía, manifestó que tuvo con el conquistador una amorosa relación larga y fructífera de más de quince años. De esa unión nacieron cuatro hijos (tres mujeres y un varón) que vendrían a ser la primera generación de criollos en la actual República Argentina.

Cuando debió separarse de su mujer nativa para casarse con una española, a ella la casó con otro español y a sus hijas mestizas habidas con ella. Mejía las llevó al Perú para educarlas como españolas y para casarlas allí. El conquistador reconoció formalmente a esos hijos extramatrimoniales asumiendo sus responsabilidades paternas y deberes de su crianza.

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Martín García Óñez de Loyola, sobrino nieto de San Ignacio y gobernador de Chile, junto con su esposa la princesa inca Beatriz Clara Coya.

Martín García Óñez de Loyola (1549-1598)

Gobernador de Chile en 1592.

El virrey Toledo otorgó a doña Beatriz Clara Coya (c. 1556-1600), hija del inca Sayri Tupac y la coya Cusi Huarcay en casamiento a uno de los capitanes de su séquito, en recompensa por haber prendido y llevado en cadenas al Cuzco a Tupac Amaru I, el último de los soberanos de Vilcabamba, tío de doña Beatriz Clara Coya.

La novia era princesa real del Incario y el novio, sobrino de Ignacio de Loyola, uno de los fundadores de la orden jesuita. El virrey confirmó el derecho de los esposos al repartimiento de Yucayl, del cual tomaron posesión el 29 de octubre de 1572 . Por carta del virrey Toledo al soberano español se sabe que García de Loyola aceptó este matrimonio por servir al rey, aunque la novia «fuese yndia y de su traje». Además de la voluntad de servicio, influiría poderosamente en su decisión la cuantiosa herencia paterna, restituida a la princesa una vez efectuado el desposorio. Más tarde, cuando don Martín fue nombrado gobernador y capitán general de las provincias de Chile, la pareja se instaló en Concepción, donde les nació una hija, Ana María Lorenza García Sayri Túpac de Loyola, futura marquesa de Santiago de Oropesa. Después del fallecimiento de su esposo en 1596, doña Beatriz se instaló en Lima y allí murió el 21 de marzo de 1600.

Según el historiador Enrique Otte, en una carta de Andrés García desde México a su sobrino Pedro Guinón en Colmenar Viejo fechada el 10 de febrero de 1571 escribía: “Caséme en esta tierra con una mujer muy a mi voluntad. Y aunque allá os parezerá cosa reçia en aberme casado con hindia, acá no se pierde honrra ninguna, porque es una nación la de los hindios tenida en mucho.«

En resumen, tanto estos como otros muchos casos de mestizaje fueron habituales y vistos con normalidad. En los albores de la sociedad hispánica de América, cualquiera que fuese su intención, éste se promovió desde la cúspide social. No solo era una cuestión simbólica que reflejaba el encuentro de dos mundos, sino también una herramienta de legitimación de un poder que sin duda estaba en plena transformación. Y la legitimación a través del matrimonio, recordemos, era un modelo para hombres que servían a los Reyes Católicos y sus hijos, que la habían practicado logrando que su reino, España, cobrase una nueva dimensión.

Para el historiador Jesús Bustamente: «Las relaciones «libres», estables o temporales, de blancos con mujeres indígenas, se siguieron manteniendo como norma aceptada incluso cuando, a finales del siglo XVI, se equilibró el porcentaje de mujeres de origen europeo dentro del grupo dominante. Ello afectó a la estructura familiar, ya que junto al núcleo «legítimo» pervivieron otro u otros núcleos no legitimados, pero relativamente estables. La situación se complicó por la práctica del «reconocimiento »de los hijos naturales, ampliamente desarrollada desde los primeros años de la conquista.»

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Fuentes consultadas:

https://es-es.facebook.com/notes/espiritismo-y-santeria/isabel-la-india/10150497268640934

http://www.historiacultural.com/2010/01/la-malinche-marina-interprete-de-hernan.html

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/malinche.htm

http://www.chdetrujillo.com/hernan-cortes-y-la-malinche/

http://boletindenewyork.com/ineshuaylas.htm

https://peruantiguo.wordpress.com/tag/angelina-yupanqui/

http://www.abc.es/cultura/20140216/abci-amores-conquistadores-mestizaje-pizarro-201402152100.html

Dr. J.Antonio del Busto. Crónica sobre Inés Huaylas

http://www.amazon.es/MEMORIAS-DE-PIVIHUARMI-CUXIRIMAY-OCLLO/dp/B00FKRAD32

http://www.casamerica.es/sociedad/francisco-pizarro-el-hombre-desconocido

https://es.wikipedia.org/wiki/Hern%C3%A1n_Mej%C3%ADa_de_Mirabal

http://www.wayuunaiki.com.ve/mundo/santa-cruz-primera-ciudad-construida-en-america-fue-en-la-guajira-en-1502/