Una expedición humanitaria. 22 ángeles.

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corbeta María Pita

Una expedición humanitaria fue la que realizó España para luchar contra la viruela en los primeros años del siglo XIX.  En las Navidades de 1802, la Corona tuvo noticia de que una terrible epidemia de viruela había brotado en San Fe de Bogotá (Nueva Granada), pidiendo sus autoridades ayuda rey de España, Carlos IV.

Preocupado por los niños de la América española y Filipinas, el monarca consultó a sus cirujanos de la Real Cámara y siendo informado de que la vacuna había llegado a España en 1800, emitió un edicto el 1 de septiembre de 1803 por el cual ordenaba la organización de una Real Expedición con el objetivo de propagar y perpetuar la vacuna contra la enfermedad por todos los territorios de ultramar. Esta misión sanitaria internacional fue la primera campaña médica a gran escala geográfica de la historia de la humanidad.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, conocida como Expedición Balmis en referencia al médico español Francisco Javier de Balmis, o Expedición Balmis-Salvany, fue una expedición de carácter humanitario que dio la vuelta al mundo y duró desde 1803 hasta 1806. Su objetivo era que la vacuna de la viruela alcanzase todos los rincones del Imperio español, ya que la alta mortandad del virus estaba ocasionando la muerte de miles de niños.itinerarios-seguidos-por-la-expedicion-2

El virus se cebaba fundamentalmente en niños menores de diez años, aunque atacaba a cualquier edad. Muchos de los que sobrevivían (su mortalidad era superior al 30%), quedaban ciegos y con rostros marcados de por vida.

En 1796, el médico inglés Edward Jenner, había descubierto la vacuna contra la viruela, al observar que las personas que ordeñaban a las vacas y se contagiaban de las pústulas de ‘variola vaccinae’, poco agresivas para el hombre, quedaban inmunizadas para la viruela humana.

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Francisco Xavier de Balmis, grabado de Elías Corona.

Carlos IV reunió enseguida a su Consejo, que estudió la viabilidad del traslado de la vacuna, una operación complicada puesto que suponía una travesía a Ultramar sin neveras ni electricidad que pudieran garantizar la cadena de frío. El transporte de un fluido tan delicado como la vacuna de un continente a otro, en penosas travesías marinas que duraban meses, se antojaba insuperable. Se pensó incluso en embarcar las vacas enfermas. ¿Cómo se llevaría entonces la vacuna? Para esta pregunta esencial tuvo respuesta el doctor Francisco Balmis y Berenguer, cirujano militar con gran experiencia en América y médico de la Corte.

El doctor Balmis, propuso llevar la vacuna en un recipiente humano, es decir, inyectada en la piel de una persona. El problema era que en una travesía de un mes el paciente vacunado ya habría pasado la enfermedad atenuada, por lo que no se podría extraer el pus de sus lesiones. Para subsanar este problema, Balmis pensó en una cadena humana que iría traspasando la vacuna brazo a brazo, para mantenerla siempre en plenitud de sus facultades curativas.

La idea de Balmis fue apoyada (sufragada con fondos públicos de la Real Hacienda) por el rey Carlos IV, con el objetivo de proceder a una vacunación masiva de niños a lo largo del Imperio, ya que su propia hija la infanta María Luisa había sufrido la enfermedad. Recordemos que los habitantes de los territorios españoles de ultramar eran todos considerados súbditos de la Corona con los mismos derechos que los españoles de la propia España.

Financiada aquella operación con el erario público español, no solo tenía como objetivo vacunar al mayor número de personas posible sino también enseñar a los médicos americanos a preparar su propia vacuna, para lo cual era esencial el reparto del manual «Tratado histórico y práctico de la vacuna», del que se llevaron 500 volúmenes que en parte fueron sufragados por el propio Balmis. Tampoco faltaron benefactores con gran poder económico y simpatizantes de la causa de la vacuna en las ciudades por donde discurrió la peregrinación vacunal.

El siguiente paso era escoger el «recipiente», y Balmis contó para ello con niños del hospicio de la Caridad de La Coruña (11), de la Casa de los Desamparados de Madrid (6) y de Santiago de Compostela (5). Los niños de corta edad resultaban idóneos ya que la vacuna prendía en ellos con más facilidad, al tener menos desarrollado el sistema inmunológico, aunque esto los convirtiese en auténticas «cobayas humanas». En realidad, se habían buscado voluntarios de entre 8 y 10 años, ofreciendo a cambio alimentación, vestido y educación a cargo del erario público hasta que el niño tuviese edad suficiente para trabajar, pero ninguna madre ofreció a su hijo para la tarea, por lo que hubo que alistar forzosamente a los huérfanos.

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Corbeta María Pita zarpando de uno de los puertos del Caribe (1803-1804). / Grabado de Francisco Pérez (BNE)

La expedición partió del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803, en la corbeta María Pita, bajo la dirección naval del capitán Pedro del Barco y España, natural de Somorrostro, Vizcaya. Comandaba la expedición sanitaria el doctor Francisco Javier de Balmis, siendo José Salvany y Lleopart su segundo; con ellos viajaban dos ayudantes, dos practicantes, cuatro enfermeros y la rectora del Hospicio de La Coruña, Isabel Sendales Gomez, junto con los 22 niños huérfanos.

Isabel la única mujer de la expedición, fue como una madre para aquellos niños y su presencia fue vital para el éxito final de la expedición. Al embarcarse en dicha aventura, se convertirá en un personaje de gran arrojo y valentía durante todo el viaje. Su propio hijo adoptado formaba parte de los 22.

Relación de los niños que salieron de La Coruña.

Benito Vélez (9 años), Francisco Antonio (9 años), Juan Francisco (9 años), Andrés Naya (8 años), Antonio Veredia (7 años), Cándido (7 años), Gerónimo María (7 años), Clemente (6 años), Domingo Naya (6 años), Vicente Ferrer (7 años), Jacinto (6 años), José Manuel María (6 años), Francisco Florencio (5 años),  Juan Antonio (5 años), José (3 años),  José Jorge Nicolás de los Dolores (3 años), Manuel María (3 años), Martín (3 años), Pascual Aniceto (3 años), Tomás Metitón (3 años),  Vicente María Sale y Bellido (3 años) y José (3 años).

Para que la cadena de conservación de la vacuna no se rompiese, dos niños eran vacunados cada nueve o diez días. En ese tiempo salían las erupciones en los brazos que habrían de proveer el valioso pus para inocularlo en otros dos muchachos, al tiempo que se guardaba una muestra, la más fresca, en un envase especial que quedaba protegido al vacío.

Los riesgos, pese a la ingeniosa solución, eran abundantes. A veces los niños se rascaban y explotaban las ampollas y en ocasiones, se traspasaban la enfermedad al entrar en contacto mientras dormían, lo que obligaba a la tripulación a someterles a una estricta vigilancia.

La vacunación se realizaba con una lanceta impregnada del suero, haciendo una incisión superficial en el hombro, y unos diez días después surgían un puñado de granos (los granos vacuníferos) que exhalaban el valioso fluido antes de secarse definitivamente. Era el momento de traspasar la vacuna a otro niño. Balmis vacunaba dos niños cada vez para asegurarse que no se rompiera la cadena humana.

Los niños, una vez vacunados, ya no podían emplearse de nuevo en la cadena de transmisión, por lo que, en cada nueva etapa, Balmis se vería obligado a reclutar a otros más.

El primer punto de parada de la expedición se hizo en las Islas Canarias (Santa Cruz de Tenerife), donde fue recibida con honores y se realizaron vacunaciones en masa, pasando un mes vacunando en cada una de las siete islas.

El 6 de enero de 1804 partieron de Canarias con destino a Puerto Rico, llegando a San Juan el 9 de febrero del mismo año. Al arribar a puerto, Balmis se llevaría su primera decepción al enterarse de que la vacuna ya había sido trasladada desde la cercana isla danesa de Saint Thomas y administrada por el cirujano Francisco Oier Ferrer, lo que molestó mucho a Balmis que acusó a su colega de temerario y de mala praxis. Hubo una polémica entre ambos médicos sobre cómo se practicaban las inoculaciones e incluso con el propio gobernador de la isla, lo que provocó que momentáneamente peligrara la expedición, que necesitaba proveerse de más niños. Oier se defendió de las acusaciones de Balmis, al haber expuesto a sus propios hijos a la enfermedad, resultando que ambos parecían estar inmunizados.

El 3 de marzo de 1804 la Expedición Balmis partió de Puerto Rico rumbo a Venezuela, con menos niños de los deseados debido a las trabas impuestas por el gobernador. Debido a los problemas de salud de un niño y a problemas en la corbeta, se varió el rumbo hacia Puerto Cabello en vez de ir a La Guayra, donde se les esperaba con gran expectación.balmis2

La Expedición Filantrópica de la Vacuna tuvo tiempo entonces para demostrar su tremenda utilidad. En Venezuela, se realizaron vacunaciones en masa dividiéndose la expedición en varios grupos para vacunar más rápido, reuniédose después en Caracas, donde se crearían las Juntas Centrales de Vacuna para establecer un método continuo de vacunaciones, para cuando la expedición partiera hacia otros territorios.

En Caracas se decidió dividirse de nuevo, esta vez de forma definitiva, una parte de los expedicionarios irían a Cuba y Nueva España (Balmis) y otra recorrería el continente sudamericano (Salvany). El 8 de Mayo salieron ambas expediciones.

Josép Salvany i Lleopart, segundo de Balmis partió hacia Cartagena de Indias y desde allí continuaría josep-salvany-i-lleopartvacunando por todo el continente, primero por el Virreinato de Nueva Granada (actual Colombia) y después por el del Perú (actualmente Ecuador, Perú, Chile y Bolivia).

Después de perder un ojo en un naufragio en el río Magdalena, Salvany cruzó los senderos de la cordillera andina desde Perú, pasando por el Lago Titicaca y La Paz, difundiendo la vacuna contra la viruela en un esfuerzo titánico e inédito en materia de salubridad y educación para la salud.

El 21 de julio de 1810 José Salvany Lleopart moría en Cochabamba (Bolivia) a la edad de 33 años, víctima de la tuberculosis pulmonar, después de haber recorrido más de 18.000 Km, formando parte de  los grandes protagonistas de la medicina mundial.

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Balmis por su parte después de pasar por Cuba, donde tuvo que comprar tres esclavas negras y un niño tamborilero, a razón de cincuenta pesos cada uno, se dirigió al puerto de Sisal (Yucatán), ya en Nueva España donde recorrió gran parte de México y Guatemala. Y aquí su único recurso para continuar vacunando fue buscar expósitos en las casas de huérfanos, y aun así las dificultades fueron grandes.

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Balmis en todo momento, se preocupó por los niños de manera especial. Hizo todas las gestiones para que fueran alojados en una residencia adecuada, y no en la casa de expósitos de la ciudad. También se preocupó para que fueran educados correctamente. Dos niños, Tomás Metitón y Juan Antonio, habían muerto en la travesía; otros permanecieron largo tiempo en una institución pública creada en 1806, la Escuela Patriótica, y el resto fueron adoptados por familias mexicanas.

En tiempos de guerra con Inglaterra, Balmis y sus hombres tuvieron que hacer frente a los peligros de los piratas, los naufragios y temporales, a soportar que sus niños fueran en ocasiones abandonados en hospicios, orfanatos y hospitales por culpa de la incomprensión de los políticos, y los prejuicios de los religiosos. Después de llegar a Acapulco, partió el 7 de febrero de 1805 hacia Filipinas, donde llegaría tras una travesía llena de complicaciones junto a otros 26 niños mexicanos.

Abordo del navío Magallanes en el viaje rumbo a Filipinas, los pequeños junto con la rectora Isabel Sendales  (que les acompañó hasta esta etapa), tuvieron que soportar durísimas condiciones. Llegaron a Manila el 15 de abril de 1805, donde Balmis recibió una importante ayuda del Dean de la Catedral y del Sargento Mayor de la milicia, que fueronbalmis9 incansables defensores de la vacunación a la población indígena. Al poco tiempo, Isabel regresó a Acapulco (14 de agosto de 1805), para reunirse con su hijo e instalarse definitivamente en Puebla; ya no volverían a España.

De Isabel Sendales, Balmis escribiría en su diario: “La mísera Rectora que con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible Madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”.

Desde Filipinas, Balmis partiría a Macao y Cantón, introduciendo por primera vez la vacuna en el continente asiático.  El 16 de septiembre llegó a Macao con 3 niños huérfanos en sus brazos y, después de que un tifón destruyera el barco de alquiler portugués en el que viajaban, lo hizo a bordo de un junco chino. Solo su voluntad de hierro hizo que consiguiera evitar todo tipo de peligros e incluso a los piratas chinos que amenazaban aquellas aguas. Agradecido por su labor humanitaria, el gobernador de Macao, por entonces colonia portuguesa, premió a Balmis y sus hombres con un pasaje a Lisboa.

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En su camino de vuelta a España, Balmis convenció a las autoridades británicas de la isla Santa Elena (1806) del África occidental, para que tomasen la vacuna. Finalmente su gobernador Robert Patton accedió a ello.

El 14 de agosto de 1806, tres años después de haber partido de La Coruña y después de circunnavegar el globo, el doctor Balmis atracaba en Lisboa y se desplazaba después a Madrid en transporte oficial. Había vacunado a 250.000 personas, en su mayoría niños. Otras tantas serían vacunadas en los años posteriores a su llegada, gracias a los conocimientos que él dejó.

En total, fueron algo más de 100 niños, y solo tres niñas, además esclavas (cuya venta en México, según dejó escrito Balmis, le supuso una pérdida de dinero), los que llevaron la vacuna de la viruela por el mundo. Se utilizaron un total de 5 navíos y el sacrificio de muchos hombres.

En 1808 y ya en España, Balmis se negó a jurar obediencia a José Bonaparte y por ello fue proscrito, confiscándose sus bienes. Debido a ello volvió a América en 1810, en concreto a México, huyendo de las tropas de Napoleón. En 1813 regresó a España, fue nombrado cirujano de cámara de Fernando VII y murió el 12 de febrero de 1819, a los 66 años.

El propio descubridor de la vacuna de la viruela Edward Jenner escribió sobre la expedición: «No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este».

Sobre el mismo hecho Alexander von Humboldt escribía en 1825: «Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia». La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna inoculó a más de medio millón de personas en los dos hemisferios, desde América hasta Asia, desde los 40º de latitud norte hasta los 48º de latitud sur. Como consecuencia de esta gesta sanitaria, se articuló una ley preventiva de la salud pública que tuvo una impresionante efectividad.

«Su expedición es la más importante aportación española a la historia de la salud pública«, sentenciaría Guillermo Olagüe, catedrático de Historia de la Ciencia de la Universidad de Granada. Ese reconocimiento que se diluiría con el paso de los años, tras la muerte de Balmis, en 1819, aún persiste hoy día.

El de Balmis fue el primer programa de vacunación en masa de la historia y no existe misión humanitaria de una magnitud comparable. Su expedición fue un bello ejemplo de lo que la ciencia y el espíritu aventurero podían hacer por la humanidad. Si América vio mermada la letal influencia de la viruela un siglo y medio antes de que fuese totalmente erradicada de la faz de la tierra, en gran parte, fue gracias a la labor de Balmis, de sus hombres y de aquellos 22 niños españoles que fueron auténticas probetas humanas. Brazo a brazo, así se trasladó a principios del siglo XIX la vacuna de la viruela desde el puerto de La Coruña hasta América y Filipinas.

La Presidencia de la República de México instituyó en 1975 la Medalla del Mérito en Enfermería «Enfermera Isabel Cendala y Gómez» (nombre con el que se conoció a Isabel durante algún tiempo); desde entonces se convoca este premio.

La Escuela de Enfermería de San Martín de Texmelucán en México, se llama «Escuela de Enfermería Isabel Cendala y Gómez»


En homenaje a una de las pocas películas españolas que relatan correctamente la historia de España en América, ponderando lo positivo sobre lo negativo, ahí van los nombres de los que la hicieron posible:figura-4-primer-plano-maria

Título: 22 ángeles

Director: Miguel Bardem

Actores principales: Pedro Casablanc, como doctor Balmis, Octavi Pujadas como doctor Salvany, María Castro como  Isabel Sendales.

Otros actores: Carlos Santos, Javier Mejía, Jaime Pujol, José Sospedra, Toni Miso, Fran Nortes, José Manuel Seda, Mariana Carballal y los niños Camilo Redgrave, Tiago Rodríguez, Xoel Rupar y Nuno Vilela, entre otros.

Producción: Radio Televisión Española, la empresa Four Luck Banana, Televisión de Galicia y Sunrise Pictures.

© Copyright 2017 laamericaespanyola.wordpress.com

Fuentes consultadas:

http://www.teinteresa.es/espana/Expedicion-Balmis-primera-filantropica-historia_0_983902771.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Real_Expedici%C3%B3n_Filantr%C3%B3pica_de_la_Vacuna

https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Javier_Balmis

http://www.lavozdegalicia.es/noticia/television/2016/12/12/22-angeles-expedicion-balmis/0003_201612G12P36992.htm

http://elpais.com/diario/2010/01/24/eps/1264318009_850215.html

http://navalaction.es/la-expedicion-balmis/

https://es.wikipedia.org/wiki/Isabel_Zendal_G%C3%B3mez

http://olintolibros.com/producto/en-el-nombre-de-los-nios-la-real-expedicion-filantropica-de-la-vacuna-1803-1806/

http://www.exteriores.gob.es/Embajadas/LAPAZ/es/Noticias/Paginas/Articulos/20150715_NOT1.aspx

http://culturacientifica.com/2014/02/24/el-caso-de-los-ninos-vacuniferos/ 


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